Por: Fátima Cáceres.
¡Cuántas veces
miramos nuestro closet repleto de cosas y muchas que nuca vamos a usar!
¡Cuántas prendas
para un día que parece no llegar!
Vamos por la vida
con el complejo del ratón que acumula todo a su paso y lo lleva hasta su
madriguera, es verdad que muchas de las cosas que poseemos nos han costado
esfuerzo, dinero y hasta sacrificio pero ¿realmente me pertenece todo lo que
tengo?
Parece un poco
contradictorio pero no, no todo lo que está en mis manos es tan mío como
pienso. La vida tiene formas muy extrañas para entretejer nuestras historias y
así pasan por mis manos infinidad de cosas, no para que sea dueño de estas, sino
la vía por la que lleguen a su verdadero dueño en el momento indicado.
A cuántos nos ha
pasado que estamos en una tienda y vemos algo que nos cautiva completamente y
aunque sabemos que no necesitamos terminamos comprándolo y luego llevando a un
armario para un día, lo más curioso de todo es que no siempre lo estrenamos pero lo dejamos ahí colgado recordándome
cuánto pagué por eso, nuca lo uso pero tampoco lo doy a quien sí pueda usarlo.
Hay un refrán
popular que dice que “Nadie sabe lo que tiene hasta que se muda”.
En mi caso la
economía que manejo no permite comprar cuanto quisiera tener aún así me he
mudado cuatro veces y lo más traumático ha sido empacar, darme cuenta del
montón de objetos que hay en la casa y cuántos de ellos hace años que no uso o
simplemente nunca he usado y en medio de esa sensación de tristeza pienso esto de
verdad es mío.
No se trata de dar
por dar o deshacernos de todo y quedarnos a pedir sino de hacer un análisis
profundo de mis posesiones: separar lo que es mío porque lo necesito para
sobrevivir o para alcanzar mis objetivos y cuánto estoy quitando a otros.
Un vez leí una
frase que decía “Lo que no sueltas lo cargas, lo que cargas te pesa y lo que te
pesa te hunde”. Hoy nos invito a soltar todo lo superfluo que nos rodea, a
vivir con lo indispensable no por ser más humildes que algunos sino como beneficio a mi propio ser, llámese
comodidad, humanidad o como fuera pero el poder vivir sin ataduras de ningún
tipo nos hace mejores individuos al tiempo que nos satisface saber que ayudamos
a alguien más.
Hoy les propongo salir
de los almacenes de nuestras viviendas y compartir los beneficios que la vida
me provea ya sea fruto de mi trabajo o regalos que me han hecho, vivir como las hormigas y no como los ratones.
Siempre que nos
paremos frente a los teneres pensemos ¿lo que me sobra es realmente mío?
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