Si uno cree en la educación como motor del progreso y oportunidad de elevar la dignidad de las personas, querría para la educación el 4%, y aun más, si fuera posible. Voy más lejos, si alguna vez la clase política, el empresariado, los diversos gremios y demás fuerzas vivas de la nación se pusieran de acuerdo para elaborar una Agenda País, el tema número uno debería ser EDUCACIÓN.
Cualquier persona medianamente informada sabe que el desarrollo de los pueblos va de la mano de la educación. Se sabe que por cada grado académico que alcanza un país aumenta considerablemente el ingreso per cápita de su población y su calidad de vida.
Mi preocupación por la educación me llevó a escribir una propuesta que, entre otras cosas, intenta dar respuesta a la necesidad de mejorar la calidad, garantizar los recursos necesarios y proveer una metodología para su implementación. La referida propuesta fue publicada en la prensa, enviada a más de un ministro de la cartera educativa, a varios congresistas y discutida con todo aquel que la ha querido escuchar.
El 4% es necesario y quizá algo más. Sin embargo nuestros problemas educativos no son exclusivamente de recursos. Con el actual esquema organizativo, la metodología y la cultura organizacional con que funciona el Sistema Educativo Nacional se le puede aumentar un 10% y los avances podrían ser nulos.
Nuestros retos en el ámbito educativo es superar la actitud de remendar el gastado traje construido a imagen y semejanza de la deficiencia estatal de vieja data. Con más dinero podemos pagar mejores salarios, construir nuevas aulas y nombrar más personal. Lamentablemente esto no bastaría para producir un avance cualitativo en la educación.
En líneas gruesas, se trata de adecuar el currículo educativo a las exigencias del presente, cualificar el personal en consonancias a las transformaciones curriculares, eficientizar la administración del recurso humano, incorporar los avances tecnológicos de apoyo a la docencia y ampliar la disponibilidad de tiempo en el aula.
Por eso no debemos botar los paraguas amarillos una vez se consiga el 4%. Mantenerlos, aunque ahora se cobijen bajo ellos las mismas gentes que en el pasado redujeron, en vez de aumentar, los recursos de educación, como ocurrió en el periodo 2000-2004, donde se pasó de 2.5% a solo 1.5%. Mantenerlo aunque muchos piensen solo en el efecto mediático.
Es una magnífica oportunidad para que la sociedad dominicana, en especial la clase política, trascienda la mentalidad politiquera y haga una apuesta sincera por la educación dominicana.
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