(RV).- (Con audio)
El Evangelio de hoy invita a mirar a Jesús muy grande por la enorme gratitud hacia el Padre que llena su Corazón fuerte, herido pero victorioso.
¿Cómo es tu corazón?, ¿Es fuerte?, ¿Tiene la fortaleza de la piedra dura donde no penetra ni llamada de Jesús, ni el grito del prójimo que sufre? Tu corazón ¿es blando, absorbe todo como la esponja pero se ahoga en la propia sensibilidad?
El mío está lleno de mi yo inflado; de ese yo-mío-para mi mezquino y dañino. Y como un globo se rompe con una mínima agresión o dificultad y ahí me quedo caído, desanimado, desinflado, esperando que alguien me tenga compasión.
Mi corazón no asesina directamente como los corruptos del negocio de la guerra, de la droga o la trata de personas, pero es cómplice de este pecado mortal, porque no hago nada para detener tantos crímenes. Hago la vista gorda y paso de largo ante el herido.
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¡Todos heridos!



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