El geólogo Osiris De León se ha ocupado de advertir durante los últimos años que la República Dominicana se encuentra en una situación de alto riesgo sísmico.
“No hay que ser pronosticador de catástrofes para saber que el día menos esperado la República Dominicana será sacudida por un gran terremoto, y lo lamentable es que ese día nos ha de encontrarnos desprotegidos y no preparados, sin sangre en los hospitales, sin sueros hidratantes, sin agua potable almacenada, sin antibióticos, sin autoridades y sin nada de nada”, decía el ingeniero De León en un artículo publicado en el periódico El Día el 6 de septiembre del 2009.
En esta publicación resaltaba que “el valle del Cibao, la cordillera Septentrional, la costa Atlántica y la península de Samaná, son nuestras regiones geográficas más cercanas al límite de interacción entre estas dos placas tectónicas, y por tal razón históricamente han sido las regiones más afectadas por las fuertes sacudidas sísmicas que se han producido entre 1562 y el 2003, considerando que Santiago vieja y La Vega vieja fueron destruidas totalmente por terremotos de magnitud superior a 7 grados en la escala de Richter, los cuales podrían repetirse en cualquier momento, más temprano que tarde, en un país que no está preparado para enfrentar las consecuencias de un gran terremoto como el del 4 de agosto de 1946, de magnitud 8.1 grados Richter, el cual, si se repitiese sería devastador”.
Llamaba la atención también que “en los últimos meses, y en las últimas semanas, el país ha estado siendo sacudido por múltiples temblores de tierra de magnitud variable entre 3.0 y 5.0 grados Richter, y no obstante esas alertas tempranas de la naturaleza, nuestras autoridades de socorro se mantienen indiferentes, quizás porque no entienden el lenguaje de la sismicidad, o quizás porque no tienen las herramientas necesarias para hacer frente al desastre generado por un gran terremoto, o quizás porque poco les preocupa lo que podría pasar”.
“Pero lo cierto es que vivimos en un país de muy alto riesgo sísmico, donde se construye donde quiera y como quiera, donde la Secretaría de Estado de Obras Públicas todavía no ha podido poner en vigencia un nuevo protocolo para el diseño y la construcción de edificaciones sismo resistentes, donde se excava la mejor roca para construir un parqueo soterrado sobre roca pobre, donde se construye el parqueo en el primer piso apoyando el edificio en simples y delgadas columnas sin muros que absorban los esfuerzos cortantes generados por las ondas sísmicas de cizallamiento, exponiendo al edificio a un colapso sísmico por efectos de piso blando”, apuntaba el prestigioso profesional.
Advertía que en el país “no hay un plan de educación de la población sobre el riesgo sísmico al que estamos expuestos, no se ensena a los niños ni a los adultos como identificar los lugares menos vulnerables de nuestras viviendas, de nuestras escuelas y de nuestros espacios públicos, ningún legislador se empeña en presentar un proyecto de ley para que el riesgo sísmico sea una asignatura escolar de primer orden y nuestros presidentes, todos y sin excepción, son los primeros que ignoran esa realidad sísmica para no tener que invertir en mejorar las vulnerables estructuras de las escuelas, hospitales y edificios públicos”.
El caso del vecino Haití comienza a darle toda la razón a Osiris De León, aunque parece que todavía tenemos una oportunidad para precaver antes que tener que lamentar nuestras imprevisiones. Final del formulario. diariodigital.com.do
“No hay que ser pronosticador de catástrofes para saber que el día menos esperado la República Dominicana será sacudida por un gran terremoto, y lo lamentable es que ese día nos ha de encontrarnos desprotegidos y no preparados, sin sangre en los hospitales, sin sueros hidratantes, sin agua potable almacenada, sin antibióticos, sin autoridades y sin nada de nada”, decía el ingeniero De León en un artículo publicado en el periódico El Día el 6 de septiembre del 2009.
En esta publicación resaltaba que “el valle del Cibao, la cordillera Septentrional, la costa Atlántica y la península de Samaná, son nuestras regiones geográficas más cercanas al límite de interacción entre estas dos placas tectónicas, y por tal razón históricamente han sido las regiones más afectadas por las fuertes sacudidas sísmicas que se han producido entre 1562 y el 2003, considerando que Santiago vieja y La Vega vieja fueron destruidas totalmente por terremotos de magnitud superior a 7 grados en la escala de Richter, los cuales podrían repetirse en cualquier momento, más temprano que tarde, en un país que no está preparado para enfrentar las consecuencias de un gran terremoto como el del 4 de agosto de 1946, de magnitud 8.1 grados Richter, el cual, si se repitiese sería devastador”.
Llamaba la atención también que “en los últimos meses, y en las últimas semanas, el país ha estado siendo sacudido por múltiples temblores de tierra de magnitud variable entre 3.0 y 5.0 grados Richter, y no obstante esas alertas tempranas de la naturaleza, nuestras autoridades de socorro se mantienen indiferentes, quizás porque no entienden el lenguaje de la sismicidad, o quizás porque no tienen las herramientas necesarias para hacer frente al desastre generado por un gran terremoto, o quizás porque poco les preocupa lo que podría pasar”.
“Pero lo cierto es que vivimos en un país de muy alto riesgo sísmico, donde se construye donde quiera y como quiera, donde la Secretaría de Estado de Obras Públicas todavía no ha podido poner en vigencia un nuevo protocolo para el diseño y la construcción de edificaciones sismo resistentes, donde se excava la mejor roca para construir un parqueo soterrado sobre roca pobre, donde se construye el parqueo en el primer piso apoyando el edificio en simples y delgadas columnas sin muros que absorban los esfuerzos cortantes generados por las ondas sísmicas de cizallamiento, exponiendo al edificio a un colapso sísmico por efectos de piso blando”, apuntaba el prestigioso profesional.
Advertía que en el país “no hay un plan de educación de la población sobre el riesgo sísmico al que estamos expuestos, no se ensena a los niños ni a los adultos como identificar los lugares menos vulnerables de nuestras viviendas, de nuestras escuelas y de nuestros espacios públicos, ningún legislador se empeña en presentar un proyecto de ley para que el riesgo sísmico sea una asignatura escolar de primer orden y nuestros presidentes, todos y sin excepción, son los primeros que ignoran esa realidad sísmica para no tener que invertir en mejorar las vulnerables estructuras de las escuelas, hospitales y edificios públicos”.
El caso del vecino Haití comienza a darle toda la razón a Osiris De León, aunque parece que todavía tenemos una oportunidad para precaver antes que tener que lamentar nuestras imprevisiones. Final del formulario. diariodigital.com.do
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