El cineasta austríaco Michael Haneke fue galardonado el domingo con la Palma de Oro del Festival de Cannes por "Das weisse band" ("La cinta blanca"), una escalofriante pintura de la sociedad de un pueblo de Alemania a principios del siglo XX.
Al recibir el galardón, el director agradeció a sus productores porque le "dejaron hacer la película con total libertad, lo que es algo raro".
"La felicidad es algo difícil de definir, pero puedo decir que hoy soy muy feliz", agregó.
Filmada en blanco y negro, con un ascetismo narrativo y un rigor fotográfico que corresponde perfectamente a la aspereza de la historia contada, "La cinta blanca" nos transporta a un pueblo del norte de Alemania en el año que precede al estallido de la Primera Guerra Mundial.
En ese pueblo, donde la vida es regida por los rigurosos principios morales del puritanismo protestante, autoritarismo y sumisión forman el eje de todas las relaciones: entre los nobles propietarios de las tierras y los campesinos, entre los hombres y las mujeres, entre los padres y los hijos.
Es el verano y la época de la cosecha cuando en el pueblo empiezan a ocurrir una serie de agresiones inexplicables cuyos autores nunca son descubiertos: un cable tendido al paso del caballo del médico del pueblo, dos niños salvajemente golpeados, el incendio de un granero...
El misterio hace surgir los rumores, y con ellos el miedo.
El maestro del pueblo va descubriendo paralelamente comportamientos extraños en sus alumnos, los niños del pueblo, educados en la reverencia y la obediencia ciega a los padres y sometidos a castigo físico y a humillación pública por la más leve falta, en familias en las que los gestos de ternura son inexistentes.
"La cinta blanca" podría haberse titulado "El huevo de la serpiente", como la obra del maestro sueco Ingmar Bergman, cuya sombra planea sobre muchas de las escenas de la película.
Pero Bergman revisitado por la crudeza de Haneke es una mezcla explosiva. La lucidez de la pintura de esa sociedad que años después produciría el nazismo es escalofriante.
Sin embargo, el director austríaco declaró en Cannes que, pese a la historia alemana, no quisiera que su película se considere como una obra sobre el origen del nazismo. "Lo que muestra podría ser transportado a cualquier país", dijo.
"Más allá de la reconstitución de la época, quise contar la historia de un grupo de niños que erigen en absoluto los principios de sus padres". "Cuando alguien cree poseer la verdad sobre lo que es justo, se torna rápidamente inhumano: esa es la raíz de cualquier terrorismo político", estimó.
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