Las lágrimas que son lloradas durante la oración son muy valiosas, son como gotitas de diamantes. No hay nada malo con ponerse sentimental y derramar nuestras penas sobre Dios. Cuándo tu corazón está agobiado con penas por cualquier pérdida, cualquier preocupación, o cualquier herida, Jesús espera que compartas la carga con él. Date permiso para que todo salga verdaderamente, desde lo más profundo de ti. Dios no tira estos diamantes. El los aprecia. El llora contigo.
El llanto parece ser un rasgo femenino; por la manera que fuimos creados biológicamente, las mujeres lloran más a menudo que los hombres. Los científicos explican que las hormonas de los hombres transmiten su pena a enojo, y sin embargo Jesús - completamente un hombre - lloró por los demás cuando él los vio llorando sobre la muerte de Lázaro, y él lloró por Jerusalén cuando él previo su destrucción, y él lloró por él mismo cuando él encaró la crucifixión.
Dios aprecia nuestras oraciones llenas de lágrimas, porque significa que somos honestos con él y con nosotros mismos. Tales oraciones vienen de una pasión profunda. No sólo son ofrendas de dolor, como diamantes preciosos para Dios, sino que son también un acto de rendición. Hemos alcanzado el fin de nuestra capacidad de ser fuertes, felices, y la aceptación de las dificultades de la vida. En esa rendición humilde, Dios tiene espacio para entrar y aliviarnos y darnos su propia fuerza para continuar hacia adelante
No hay dolor más grande que sufrir solo. Dios no quiere que sufras solo, nunca. El te proporciona con amigos que te darán su abrazo, tal como lo hizo con María y Juan. Si no sabes quiénes son estos compañeros que brindan alivio, mira con atención, hacia nuevas direcciones; ellos ya están allí para ti.
De reflexiones para el alma
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