Este 14 de junio se conmemora el 51 aniversario de la gesta heroica que significó la llegada al país de los combatientes contra la dictadura. Los desembarcos por Maimón y Estero Hondo, como el aterrizaje de un viejo avión con camuflaje en Constanza, dieron el anuncio del fin de un régimen oprobioso para el país.
Aquel acontecimiento, ocurrido en tres puntos del territorio nacional, sopló aire de libertad incuestionable en el ánimo colectivo. Fue un despertar de la consciencia local sobre lo que en realidad estaba pasando internamente. Más de un centenar de jóvenes mezclados de nacionalidades vinieron a ofrendar sus vidas por la libertad del pueblo dominicano.
Aquello fue, como toda obra patriótica, un acto de amor y fe inquebrantable. No se midió el riesgo, ni mucho menos el tamaño del monstruo contra el que se iba a combatir, pues fue suficiente las ansias de liberar a la nación dominicana de un régimen fundamentado en la represión, el miedo, la tortura y la sangre.
No hay razones para justificar las atrocidades de un régimen de esa naturaleza. No hay obras materiales que puedan compensar, pues esas, como en todos los países del mundo, son levantadas sin ese costo social y político. El progreso se levanta por otras vías más eficaces y certeras.
Constanza, Maimón y Estero Hondo nos han quedado como referencias históricas de la dignidad y la esperanza. Y como un compromiso perenne con el pueblo dominicano. Permanecerá entre nosotros como una fuente de inspiración para las buenas acciones, aun cuando pensemos que la mayoría de nuestros dirigentes políticos, llamados a ser los guías de la sociedad, no se acerquen a beber de esa fuente que ha quedado encendida desde el heroico 1959
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