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martes, 21 de agosto de 2012

Efectividad en iniciación a la lectura

  • La edad. Los niños pequeños, menores de 6 años, tienden a ver la palabra como un todo.
Judith Ravelo
La herramienta principal para el éxito académico es la lectura. Es natural que surjan tantas dudas sobre ella. Existe mucha confusión en cuanto al método utilizado para la enseñanza de la lectura y cuándo deben empezar con ella los niños. Hay estudios que afirman que pueden empezar a leer desde bebé, mientras que otros aseguran que no es saludable empezar antes de los 6 años... ¿Cómo es posible tal contradicción? ¿Estamos hablando de lo mismo? Realmente no.

Estamos hablando de dos cosas diferentes. Según la maestra Odiles Martinez: “Por esta razón, tanto los que defendemos la lectura antes de los seis años como los que aseguran que es contraproducente, tenemos razón... Lo que debemos hacer es saber que estamos hablando de dos planteamientos y dos actividades diferentes”.
Método
Martinez destaca el método de lectura, “silábico” o “fonológico”, en el que los niños aprenden a identificar letras con su sonido correspondiente, combinándolas de izquierda a derecha, para componer una palabra. Éste es el método tradicional que requiere de una organización espacial (el niño debe tener muy claros los conceptos de izquierda y derecha por ejemplo), entre otras funciones varias, que el niño puede no haber adquirido hasta la edad de 6 ó 7 años.
Teniendo esto en cuenta, es cierto que los niños no deberían empezar la lectoescritura, tal como se plantea en los colegios, hasta los 6 ó 7 años. Existe una tendencia errónea a presionar a los niños de educación inicial con la lectura y la escritura en nuestro país. Cosa que no ocurre en otros países donde la lectura alcanza niveles superiores y el fracaso escolar es mucho menor.
“Sin embargo, en la estimulación temprana enseñamos a los niños a leer desde que son bebés. Y esto no es una contradicción con lo afirmado anteriormente”, dice.

IMPORTANCIA DE LA INFORMACIÓN ESCRITA
También oral

Es importante ofrecer información escrita al niño, al igual que oral. A eso se le llama “lectura global”. En ésta, dice la experta, se muestra al infante una palabra entera mientras se lee al mismo tiempo. Son estímulos visuales acompañadas de estímulos auditivos. Los niños menores de 6 años tienden a ver la palabra como un todo, como una imagen. No se fijan en las letras que se combinan como lo hacen los de primaria. 
Cómo aprenden los niños a leer
“En los programas de lectura dentro de la estimulación temprana nunca se le pide al niño nada, no se le examina ni presiona. Si a un bebé se le enseñará la palabra ‘mesa’, por ejemplo, tantas veces como la oye a la vez que se le muestra lo que es una mesa, la recordaría mucho antes en su formato escrito puesto que nuestra memoria visual es normalmente mejor que la auditiva”, dice la maestra Odiles Martínez.
De esta forma, el niño va familiarizándose con la palabra escrita, reconociendo palabras al igual que lo hace en el lenguaje hablado (el niño al escuchar las palabras no es consciente de que están formadas por diferentes fonemas, sino que oye una sola cosa, igual que cuando ve una palabra escrita). Con el tiempo puede estar leyendo sin realmente ser consciente de haber “aprendido” a leer, tal como ocurre con el lenguaje hablado. En realidad no aprendemos el lenguaje escrito con la misma facilidad y al mismo tiempo que el hablado por la simple razón de que no tenemos las mismas oportunidades de ver las palabras escritas como de escucharlas.
La maestra asegura: “Es muy importante tener en cuenta que en la estimulación temprana jamás se pone a los niños a escribir. Esto no debería ocurrir hasta que el niño esté preparado para ello (6 ó 7 años). En esto la estimulación temprana es muy respetuosa, no debe pretenderse nada en el niño antes del momento adecuado y de que este esté plenamente preparado para ello”.
¿A qué edad están listos los ojos para leer?
Entre los siete y los ocho años, conforme maduran los lóbulos frontales del encéfalo, se desarrolla de manera natural la coordinación motriz fina de todos los músculos del cuerpo, incluyendo los oculares. Antes de esa edad, tenemos una buena vista periférica y percibimos la profundidad, pero no es sino hasta que madura el campo frontal ocular de los lóbulos frontales que se puede lograr una coordinación suficientemente precisa entre ambos ojos como para tener un buen enfoque bidimensional. La coordinación ocular se da cuando el ojo dominante sigue la escritura que ve sobre una página y el otro ojo sigue el movimiento con exactitud y combina la información, lo cual nos da una óptima visión binocular... Por lo tanto, un ojo asume el mando (es el dominante) y guía los movimientos de los dos.
Los movimientos motores finos del ojo y la coordinación de ambos aseguran que la información se capte con facilidad y aportan otra razón fisiológica para que no comencemos con el proceso de lectura antes de que el niño cumpla siete o, mejor aún, ocho años.
Todo esto tiene una explicación científica...
El cerebro del niño pequeño, menor de 5 ó 6 años, cuando aún no está organizado en sus funciones hemisféricas (el niño aún no se ha lateralizado, no es aún diestro o zurdo), domina el hemisferio derecho en los aprendizajes y en la percepción de lo que le rodea. El hemisferio derecho ve más el conjunto de las cosas, sin llegar a ver cada parte que las compone pues es menos analítico que el hemisferio izquierdo. Por eso el niño pequeño ve una palabra como un todo, igual que cuando la oye. Por esto les enseñamos a leer con la lectura global (les enseñamos palabras enteras, no la “m” con la “e” es “me” y la “s” con la “a” es “sa”):
Al cumplir los seis años más o menos, el niño ya está lateralizado, distingue izquierda y derecha y puede leer en una sola dirección y escribir en la misma también. Es el momento de aprender a leer y escribir de la forma tradicional (la “m” con la “a” es “ma”). Cuando ambos hemisferios colaboran en el trabajo de la lectura es cuando además de ver cada letra que compone la palabra, vemos la palabra en sí como una unidad, y podemos leerla con seguridad y la velocidad necesaria, sin silabear.
Como conclusión y en defensa de la enseñanza de la lectura en la estimulación temprana, queda decir que en ningún momento pretendemos que el niño se salte etapas. Precisamente la estimulación temprana la realizamos para asegurarnos de que esto no ocurra, para apoyar el desarrollo del niño en cada etapa y ayudarle a que pase así a la siguiente con la madurez necesaria.
Y lo más importante: para los niños es un juego.  

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