La relajación. Es excelente para ayudar a mejorar las preocupaciones y angustias
Hasta un veinte por ciento de la población padecerá en su vida problemas relacionados con el estrés y la ansiedad. Pero, ante todo, tranquilidad.
Ambas pueden curarse tomando las medidas necesarias.
Reconocer sus síntomas es el primer paso; el segundo, ¡actuar ya!
La ansiedad es una señal de alerta… y más. La ansiedad, en su justa medida, no es mala. Surge cuando sentimos una amenaza exterior y sirve para mantenernos alerta. Pero, si persiste, puede impedirnos llevar una vida normal.
La reacción del cuerpo la delata. Las taquicardias, palpitaciones, opresión en el pecho sin motivo, falta de aire, temblores, náuseas y molestias digestivas, sentir un nudo en el estómago, sensación de amenaza, inseguridad… son algunos de sus síntomas. Si los padeces con frecuencia, acude a tu médico. En la mayoría de los casos, la ansiedad se mantiene si no se le pone freno.
Cuando el estrés nos ataca, vienen “los nervios”. El estrés es una sobrecarga en nuestro sistema nervioso, que nos hace sentir que situaciones como el trabajo, un divorcio, el dinero o el nacimiento de un hijo se nos van de las manos.
Depende de cada persona
Lo que para uno es estresante, para otro puede no serlo. Esto ocurre porque nuestra percepción de la realidad no es igual a la de los demás. Nuestras vivencias nos condicionan y nos hacen actuar de un modo u otro.
El estrés se asocia más al agotamiento y a las tensiones, pero si a la persona no puede resolver sus problemas, puede acabar en ansiedad.
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